domingo, 20 de febrero de 2011

DESTINO



Te quiero.

Nuestros pies caminaban
cogidos de la mano
por los sueños.

Viajando con los ojos cerrados
por donde nada importa
en el mismo espacio donde las horas
nacen.

Allí empezamos tú y yo.

El mismo origen.

Tardaste lo que tenías que tardar.

Apareciste a destiempo,
y luego aparecí yo
a ocupar el lugar que ya habían reservado
para otras personas prescindibles
pero más puntuales.

Llegamos a entender el mismo origen.

Ese ojo único
nos vio encontrarnos
en el mismo espacio donde las horas
no se hacen tan cargantes.

Allí empezamos, debimos
acostumbrarnos a la separación desde el comienzo.

Pero dónde empieza y dónde termina lo que es
en esencia eterno?

No existe final posible
donde innumerables comienzos lo ahogan.

Nunca desespera lo que está condenado a llegar.

Estoy convencido: no dejaremos de andar ni muertos.

Tú, ahora no, yo; para, detente,
no sigas, a qué esperamos? a qué aspiramos
sino a lo que pudo ser y no fue?

A qué se atiene la humanidad
si no a lo que puede ser y no es?

Por eso movámonos hasta la sinrazón
siempre hacia el final improbable del mundo infinito
sólo con tal de no parecernos al resto, reinventados,
sólo reconciliados con los sueños de los hombres
y de las mujeres
que antes de nacer
ya estaban marcados
y también se revolvieron.

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