domingo, 20 de febrero de 2011
CUADRO
Salía del baño del piso de abajo como una sirena brota de la imaginación de un ebrio. Una virgen vestal salienndo del baño. Un sonido seco me dolía en los oidos. La casualidad rompiendo violentamente la eternidad en momentos. Caminaba por la estancia despacio, perdida, por el pasillo de una casa familiar que ella convirtió en la estancia de un palacio de cómic oriental. Acuchillando al relojero del tiempo. Estaba hecha de la sustancia perfecta, el cuello empapado, los cabellos enroscados dentro de una toalla, la madre llevándola a la habitación. Otras personas arrastrando las maletas de los recién llegados. Alguien que no podía dejar de mirarla.
Yo entraba con el alma retorcida en otro cuarto, sin poderle quitar los ojos de encima. Como por una cinta mecánica, intentando en vano darle continuidad al sobresalto, dirección a unos pies de barro.
Olor a incienso quemado.
Sabor a ginebra con limón.
Son los recuerdos de alguien
que no lleva zapatos
y se dirige hacia un precipicio.
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